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Reflexión Alcohólica #2 - Jerez, Huevos y Cigarrillos

Oct 18, 2017



Los traslados a Europa generalmente son complicados cuando salimos de la República Dominicana. Para llegar a Madrid tenemos que soportar 9 horas de vuelo en posiciones incómodas, quedándonos dormidos con la boca abierta (con el riesgo de perder fluidos , peor, tragar mosquitos) despertándonos del susto por la risas intensas y el tono de voz de algunos pasajeros "conversando"; tenemos que defendernos de los golpes de sus bultos y maletas, que nos estrellan en la cara al momento de embarcarse; tenemos que deseducar nuestro paladar con propuestas gastronómicas al límite de lo comestible; tenemos que lidiar con un jet-lag que, hay quien más o hay quien menos, nos noquea literalmente. No sé por qué, pero cada vez que llego a España el primer deseo que tengo es el de comer huevos...con jamón, con chorizo o con papas...pero huevos. Mi llegada a Jeréz de la Frontera no ha sido diferente. Después de 11 horas en 2 aviones y una hora en taxi llego finalmente al hotel, temprano...demasiado temprano para que me entreguen mi habitación; mi primera opción (desayuno rápido + cama) no es factible...decido desayunar al aire libre acompañado por los 22 grados de una húmeda jornada de otoño con la esperanza de respirar un poco de oxígeno de este pequeño pueblo de Andalucía. Me siento en la mesa de un bar cualquiera con unos cuantos "autóctonos" sentados también a desayunar...lo que usualmente es sinónimo de buena calidad...elijo la última mesa de la acera para tener al menos un lado abierto y libre. Hay 4 opciones de huevos en el menú y una cantidad de tapas impresionante, mi selección es, obviamente huevos con jamón...jamón de verdad! y para acompañarlos dejo que la confusión mental causada por el huso (en mi mundo original son las 4:00 am) tome le ventaja y pido una cerveza. Cierro el menú e inmediatamente levanto los ojos para identificar el origen del mal olor que mi olfato detecta y me doy cuenta que a mi lado está una señora de mediana edad acompañada por un joven de 35 años...lo sé con certeza porque la cercanía y el aburrimiento me dieron la oportunidad de escuchar que ese día estaba cumpliendo 35 años. La morfología y volumen de la señora no dejan espacio libre en la silla, su vestimenta es algo folclórico...en el borderline entre las decoraciones orientales y la extravagancia gitana; por momentos me recuerda las quirománticas que leen la bola de cristal en las ferias poblanas. Es curioso mirarla y escucharla; pudiera quedarme horas en esta pintoresca situación. Una única molestosa nota negativa no me permite seguir haciéndolo...el olor a cigarrillo que no deja que mi cerebro se distraiga o, mejor dicho, se relaje. La señora, literalmente, enciende un cigarrillo detrás de otro...de hecho con el que se está terminando enciende el nuevo (de algún lado hay que ahorrar); el cansancio, el mal olor y la molestia me obligan a ponerme de pie y dirigirme a pagar la cuenta. Comienzo a pensar y a fijarme en la cantidad de personas que fuman cigarrillos en esta ciudad...son demasiadas!; el aire está empapado de olor a cigarrillo y hasta un simple paseo, si hay gente en la calle, se transforma en algo desagradable. Si no podemos respirar el olor de este pueblo, lo único que nos queda es concentrarnos en los aromas y sabores de sus extraordinarios vinos.

Alcohol protagonista de la reflexión: Cerveza Cruzcampo Pilsen